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Un artículo crítico sobre los perfiles de redes sociales que no aportan valor y que tenemos que sufrir día tras día los usuarios que buscamos extraer utilidad al tiempo que dedicamos a Internet.

Nueve de la mañana. Entras en la oficina, repartes un saludo general con una media sonrisa, aún atontado por el atasco, el brusco despertar y las prisas. Mientras Windows gestiona su interminable arranque, te acercas a la máquina para obtener un chute de cafeína que te espabile las neuronas.

Antes solías quedarte un rato con tus compañeros para comentar a media voz los manifiestos encantos de la secretaria de Recursos Humanos, la cara de perro del jefe o cuando Peláez se equivocó y envió por email una presentación subida de tono al Consejo de Dirección. A esto tú lo llamabas echarse unas risas, antes de que un consultor avezado empezara a llamarlo “networking”. Sin embargo, hoy vuelves a tu mesa, miras un poco de reojo y te conectas al Caralibro a ver las fotos de las vacaciones en la Riviera Maya de ese amigo de la infancia al que hace quince años que no ves, al bebé cabezón de aquella novia que tuviste en tu año de intercambio en Irlanda o el último chiste soez de tu amigo Carlitos, que parece estar todo el día conectado. Te preguntas cómo se las arregla para hacer su trabajo, si es que pega un palo al agua.

Las redes sociales están cambiando nuestras vidas, y esto es genial porque abre interminables posibilidades de acceso a información en el plano cultural, afectivo o laboral. Plataformas con nombres raros como Twitter, LinkedIn, Facebook, Pinterest, Xing, Tuenti o FlickR, por citar solo unas pocas, se han hecho parte de nuestra actividad social diaria. El problema es que estamos aprendiendo sobre la marcha a desenvolvernos en estos nuevos entornos digitales, y por lo que se ve, no todo el mundo se desempeña con la misma destreza. Para empezar, debes ser consciente de que, por regla general, te estás dirigiendo a un grupo amplio y heterogéneo y de que estás proyectando y poniendo en juego tu imagen personal, así que, si no estás seguro de algo, mejor pensárselo dos veces. En todo caso, procura no pertenecer a ninguno de estos molestos perfiles tan habituales que pululan por la Red 2.0. ¿Te suenan?

El Gastrónomo

Este tipo nos suele obsequiar con las fotos de sus almuerzos y cenas, lo cual es algo que agradecemos inmensamente, ya que no hay nada como saber qué es lo que han cenado nuestras amistades, y mucho mejor aún si tenemos un registro gráfico de ello. ¡Ah, mira!, otra ensalada campera, esta vez con perejil, ¡fascinante!

El Filósofo

En estos procelosos tiempos de carestía moral y falta de valores, qué mejor que tener entre nuestros contactos a ese autoproclamado gurú de la autoayuda que guíe nuestros actos y se ofrezca como modelo a seguir con toda una serie de consejos diarios e inteligentes aforismos de todo a cien, a medio camino entre Confucio y Torrente.

Si además, estas inspiradoras perlas de la sabiduría vienen acompañadas de una imagen con un cielo iluminado por el amanecer o de una colorida fotografía retocada de la naturaleza, mejor que mejor.

El Quejica

Está bien, es hora de reconocerlo: vivir no es nada fácil. Pagamos impuestos, tenemos políticos codiciosos e ineptos, nuestro jefe nos abronca, el banco nos exprime, el niño suspende mates y nuestro equipo cayó eliminado en semifinales. Menudo panorama. Y sin embargo, hacer de las redes sociales una válvula de escape para nuestra frustración no consigue otra cosa que alienar más aún a los pocos amigos que aún lo soporten. La vida ya es lo suficientemente complicada sin tener a alguien constantemente recordándonoslo.

El Juerguista

Este tipo de perfil es bastante entretenido y suele dar mucho juego. El tío no se pierde ni un evento y ya es habitual verle etiquetado en diversas fiestas, cubata en mano, en estado de euforia y exaltación de la amistad. La combinación de cámaras digitales e Internet puede resultar peligrosa. Si la noche te confunde, ten cuidado porque las redes sociales las carga el diablo.

El Indescifrable

Hay gente que es verdaderamente fenomenal a la hora de comunicar algo sin decir nada. Sus actualizaciones de estado son auténticos mensajes en clave, casi imposibles de desentrañar. No se sabe si están dirigidas a una persona en concreto, si te están vacilando, si son adivinanzas o el resultado de esnifar pelusa de una goma de borrar.

El Coleccionista

Se precian de tener más de 500 amigos, aunque el 90% raramente se acuerde de quién era. Es la típica persona con la que cruzaste tres frases en el ascensor y al día siguiente te envía un requerimiento de amistad. Suelen pasar más tiempo en la Red que la media y su objetivo es acumular más contactos o seguidores que nadie y fardar de ello.

La Obstinada

Es difícil juzgar severamente a una mamá por colgar innumerables fotos de su bebé o anécdotas que solo tienen gracia para los progenitores. No en vano, su conducta está gobernada por un cóctel hormonal de oxitocina y serotonina. Es fácil de entender, sí, pero no es tan fácil de soportar: un álbum con decenas fotos de un mismo niño es demasiado. Como decía Ray Davies de los Kinks en “People take pictures of each other”, ¡no me enseñes más, por favor!

El Narcisista

Este es un rasgo de la personalidad que ha encontrado en las redes sociales la plataforma perfecta para castigar al prójimo con su exacerbada autocomplacencia. Sonrisa profident por aquí, musculitos por allá, pose artificial de modelo de Vogue, mi careto frontal, mi careto de perfil, yo en la fiesta, yo en la piscina, yo en el concierto, yo, yo y yo. ¡Buf!

El Analfabeto

No hay cosa que dé peor imagen que alguien que comete repetidas faltas de ortografía o que oculte sus carencias gramaticales con lenguaje de SMS, mandando las haches, las cus y no digamos los acentos, a tomar por saco paco, entre otras lindezas ortográficas. Si se duda, lo mejor es echar un vistazo al diccionario, que es gratis e indoloro. Xico ta klaro o ke?

El Spammer

Hay personas que tienen un irrefrenable deseo de compartir, retuitear e inundarte compulsivamente con cualquier tipo de información inútil y absurda que pase por sus manos, por inverosímil que ésta sea: “Comparte si tienes una hermana guay”, “Dale Like si estás a favor del puerro fermentado”, “Haz clic y espera la magia”...Muchos lo hacen con buenas intenciones y no son conscientes de que realmente ninguna niña en Minnesota va a curarse de cáncer o que Apple no te va a regalar ningún Ipod por compartir algo en tu muro o de que tal página no va a hacerse de pago para fastidiarte. Ya sabes lo que dicen, el sentido común es el menos común de los sentidos…

No te preocupes en exceso si te has visto un poco reflejado en alguno de los perfiles mencionados. Todos hemos hecho el canelo más de una vez. Lo malo es repetir estos patrones con asiduidad. Recuerda, la secretaria de RRHH, y lo que es peor, el jefe, te pueden estar leyendo.
 

Juan José Palacios Valdecantos

Consultor de Marketing independiente

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